Absolutamente todos los seres humanos tenemos en nuestro interior una sabiduría divina que nos guía por nuestro camino en la vida.
Esta inteligencia no solo nos advierte sobre peligros, o cosas que nos puedan convenir.
Sino también, nos ayuda al sostenimiento de nuestra vida.
Por ejemplo, mira lo que ocurre cuando comemos algo.
No necesitamos preocuparnos por nuestra digestión.
Es evidente que hay algo en nuestro cerebro que sabe qué hacer y qué ordenes dar para que esto se cumpla.
Algo similar ocurre cuando nos vamos a dormir.
No necesitas preocuparte si tu corazón va a seguir trabajando mientras estás inconsciente.
¿O no me digas que te acuestas preocupado, planeando que puedas seguir respirando durante el sueño?
Respeto a tu uñas y cabello, menos necesitas preocuparte.
Y si te cortas o sufres una fractura, indefectiblemente tu cuerpo tiene la capacidad de reparar el daño.
Así pues, esta misma inteligencia que habita dentro de cada uno de nosotros, constantemente nos “susurra” el camino exacto que deberíamos seguir para vivir plenamente.
Lamentablemente el ser humano “padece” de una especie de parálisis mental que le impide escuchar estos mensajes para vivir en bienestar.
Y esto básicamente se presenta por la información que constantemente recibe una persona.
Si observas, el promedio de seres humanos, no tienen la menor idea de que están haciendo aquí.
Ni mucho menos de lo que está pasando.
Nos dedicamos a trabajar duramente para conseguir cosas con el fin de complacer a terceros.
Mira, con la mano en el corazón a nosotros nos importa demasiado lo que opinen los demás.
Imagínate que la imagen que quieres proyectar sobre otros es tan importante que, si un desconocido te llama estúpido, de inmediato te enojas con él.
Imagínate, ¡un DESCONOCIDO que te importa lo que él piensa de ti!
Nosotros hemos sido desde niños condicionados para esto.
¿Recuerdas cuando llegaba una visita a tu casa estando niño?
Tus padres allí sacaban la mejor vajilla, cuando a ti te servían en los platos de combate.
Y hasta organizaban la casa deforma meticulosa.
Todo esto con el fin de “complacer y agradar” a extraños que tú ni siquiera sabías quienes eran.
Como esta reacción ante desconocidos quedó almacenada en tu mente, actúas ahora que eres adulto, dándole demasiada importancia a la opinión externa.
Aquí es donde comienza el peligroso juego del ego y la aprobación exterior.
Recuerda, como hemos visto anteriormente, el ego es una estructura mental que nos impulsa al merecimiento.
A ser más y a tener más.
El ego se alimenta de cualquier adulación o aprobación que reciba, así sea de extraños.
Porque la aprobación es una muestra de que estás “haciendo” las cosas bien.
Y ese es el trabajo de nuestro ego, ser cada vez mejores y hacer las cosas bien.
En algunos casos nos ayuda bastante esta estructura, pero en otros es más lo que nos perjudica.
Y aunque no lo creas, desde aquí estoy escuchando ya tu pregunta “pero Gabrielito lindo, ¿cómo podemos diferenciar el ego de nuestra intuición o inteligencia divina para tomar mejores decisiones?”.
Por ejemplo, en mi caso, responder a esto es muy fácil porque entiendo el tipo de emociones que produce cada uno.
El ego produce emociones de nunca quererse dejar, no querer ceder y siempre ganar.
Hace que nos auto engañemos diciendo que triunfamos, aunque eso sea una total mentira.
Nuestro ego fue entrenado desde niños cuando en el colegio sufríamos alguna injusticia de parte de un compañero.
Muchos llegamos a escuchar a nuestros seres queridos decirnos “no sea bobo, no se deje”.
En ese momento nos daban ganas de tener ese compañero en frente y partirle el hocico.
Hacerle pagar por lo que nos hizo.
De hecho, cuando somos adultos y escuchamos la palabra bobo, esto puede evocar las mismas emociones del pasado.
Yo he visto como gente, prácticamente se mata, cuando le dicen esa expresión estando en alguna confrontación.
Respecto a la intuición, en el libro CCD se nos dice que un mensaje divino siempre nos viene con emociones de alegría, verdad y amor.
Si algo te produce estas emociones, definitivamente ese es el camino a seguir, porque es un mensaje que proviene desde tu interior.
Por eso mencioné anteriormente que, para mí, Gabrielito lindo es fácil distinguir estas emociones porque tengo práctica.
Desde mi punto de vista, algo que puede ayudar mucho en este proceso es la meditación.
Y de una vez te digo, meditar como todo al principio es difícil.
Nosotros llevamos años permitiendo que nuestra mente haga lo que le dé la gran bendita voluntad.
Es simplemente concentrarse en algo y apartar el resto de pensamientos.
Quitarles importancia volviéndote a concentrar en ese algo.
Digamos que vas a meditar y cierras tus ojitos, entonces decides pensar solo en tu respiración.
Tal vez en los 5 primeros segundos todo irá bien, pero vienen imágenes mentales de la chica o chico que te gusta y te está haciendo “sufrir”.
De la deuda que tienes que pagar y que adquiriste para chicanearle o alardearles a tus vecinos, etc.
Cuando ocurre eso, tienes que restarles importancia a esas imágenes o pensamientos mentales y retomar tu concentración en la respiración.
Y te soy sincero, yo no aguantaba más de 5 segundos concentrado en algo.
Tenía tanto “ruido” mental que eso me impedía, como a la mayoría, reconocer una emoción de otra.
Por eso mucha gente no sabe la diferencia entre estar triste y estar deprimido.
El beneficio de meditar es que estás sacando la basura o ruido en el que permanece tu mente.
Por eso es que la gente toma tan malas decisiones en la vida y le echa la culpa a los demás o a Dios por sus resultados.
Una mente con mucho “ruido” metal siempre va a tomar decisiones basadas en el miedo.
El miedo causa aceptación de lo que otros te digan y te convierte en una persona manipulable.
Así que quiero animarte mediante esta información a dejar de ser tan sumiso, dócil y maleable.
Nuestro ego nos impulsa a mejorar sin importar las consecuencias.
Pero la sabiduría interior siempre nos va a impulsar a vivir con calidad.
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