Retoma el control de tu vida. Estrategias efectivas para el control emocional

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lunes, 13 de diciembre de 2021

Cómo dejar los apegos



Cómo dejar los apegos

En la etología, un apego es una vinculación afectiva intensa, duradera y única que se desarrolla entre dos seres vivos. 


Esta condición no solo es posible entre los seres humanos, sino también entre los animales. 


Y podríamos decir que también se presenta entre razas. 


Tal es el vínculo que se puede llegar a desarrollar con las mascotas, que muchos los tratan como sus hijos. 


Incluso, uno puede observar como las mascotas se comportan como niños mimados y caprichosos. 


Pero hay que aclarar que este tipo de vinculación afectiva se forma por la reciprocidad. 


Para nada me parece negativo, sino por el contrario, es algo muy natural que tú al sentir mi amor, también me respondas con ese mismo amor. 


Esto es similar cuando estoy en un sitio público y deseo ser atendido rápidamente. 


Trato a toda persona que me encuentre con mucho amor y respeto y exactamente eso recibo de ellos. 


Desde mi punto de vista a través de estos años de observatorios e investigaciones sobre este tema, los apegos son más bien algo negativo. 


Su origen no tiene que ver con la reciprocidad, sino con la negación de las realidades. 


Por ejemplo, hay realidades bastante impactantes e inevitables como la muerte. 


De hecho, siempre he visto como las personas intentan “chantajear” la Vida diciendo cosas como “si a mi ser querido le pasa algo, yo me voy con él”, etc. 


Mira por más que llores, pelees o patalees, la muerte es algo que a todos nos va a alcanzar en algún momento. 


Entre más niegues este proceso, más apego se va a generar sobre esa persona, animal o cosa que no quieras perder. 


Y finalmente cuando esto ocurra, ¿adivina quién va a ser el perjudicado por el dolor emocional? 


Y atención, no te estoy diciendo que actúes como una persona incendiaria que se recrea pensando en la muerte de un ser querido. 


Eso es de masoquistas. 


Lo que yo hago referencia es que, al tener una consciencia de muerte, automáticamente tu conciencia de vida será más latente. 


Con esto quiero decir que, si aceptas que tienes poco tiempo, vas a vivir diferente porque intentarás aprovechar al máximo ese poco tiempo. 


Vas a vivir con mejor calidad para poder aprovechar al máximo tu tiempo con esa persona que te importa tanto. 


Te quiero hacer una pregunta. Por ejemplo, ¿cuántas veces has dejado de usar un perfume, ponerte un traje o vestido, guardándolo para una ocasión especial? 


¿Y qué pasa si esa ocasión especial nunca llega porque partiste antes? 


Este mismo punto de vista ocurre con el dinero. 


Acumulamos por años y no lo gastamos esperando un futuro que no sabemos si vamos a tener. 


Y nuevamente no mal interpretes mis palabras. 


No te estoy diciendo que seas irresponsable y salgas desesperado a comprar de todo. 


Desde niño he escuchado un dicho popular que reza “ni tanto que queme al santo, ni tampoco que no lo alumbre”. 


Esto quiere decir que todos los extremos son negativos para nosotros. 


En realidad, actuar de esta forma, tiene que ver con la mentalidad de abundancia. 


Mira, nosotros actuamos o dejamos de actuar basados en el temor. 


En el caso de acumular para el futuro, estamos basándonos en el miedo que en un posible futuro no tendremos y esto nos ayudará. 


En el caso de la vida, no sabemos cuánto tiempo tenemos por delante y por miedo respondemos con apegos emocionales. 


Una mentalidad de abundancia incluye confiar en los procesos de la Vida. 


Vivir cada día al máximo, cosa que al terminar la noche diga “valió la pena este día y me lo disfruté”. 


Así que quiero animarte, mediante esta información a aceptar las cosas como son para que aprendas a disfrutar la vida. 


Recuerda que entre más neguemos algo, más disfuncional nos volvemos y, por lo tanto, mayor sufrimiento tendremos.

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lunes, 23 de noviembre de 2020

El problema de las exceptivas y los apegos



El problema de las exceptivas y los apegos

Una de las cosas más importantes que tiene el ser humano es la voluntad.


La voluntad humana ha sido capaz de mover el mundo, descubrir nuevas cosas y hasta mejorar la propia vida.


Una de las tantas definiciones que el RAE tiene sobre esta es la intención, ánimo o resolución de hacer algo.


Pero nota que se está hablando sobre el ánimo o resolución de hacer algo.


Aquí nos puede surgir la pregunta, ¿entonces dónde nace la voluntad para hacer las cosas?


Detrás de toda esa fuerza que nos impulsa a realizar algo está la esperanza.


Curiosamente la esperanza está asociada a las expectativas.


Algunas personas definen la esperanza como algo positivo en lo cual, estarías confiando en el proceso.


En cambio, la expectativa la perciben como algo negativo que solo se basa en resultados.


Un ejemplo de estas definiciones lo podríamos ver como la esperanza que tienes de que algo bueno suceda en el futuro.


Contrario, la expectativa sería intentar predecir ese futuro como bueno o malo para ti.


Podríamos decir que de aquí se desprende el concepto de esperanza como positiva y expectativa como negativa.


Pero si vamos a la definición de expectativa que tiene el RAE, la define como “esperanza de realizar o conseguir algo”.


En otras palabras, el RAE estaría conectando intrínsicamente estas dos palabras.


En este punto podría surgir una nueva pregunta, ¿qué son entonces los apegos y si de alguna forma están relacionados con las expectativas y esperanzas?


El apego se define como un vínculo afectivo intenso, duradero y singular.


Es decir que va específicamente a una persona y no a todas.


Se podría dar el caso, pero hasta la fecha no he visto el primer ser humano que tenga apegos por TODA la humanidad.


Siempre tenemos personas favoritas y por lo general el resto del mundo nos cae mal o es indiferente para nosotros.


Podríamos decir que las expectativas son una esperanza hacia algo, mientras que el apego vendría siendo la afirmación de que algo o alguien me pertenece o es mío.


Los apegos nacen en nuestra infancia.


Para que un ser vivo pueda tener un desarrollo medianamente normal necesita por lo menos de un cuidador.


Con este cuidador debe tener una relación o una conexión para poder llegar a tener una seguridad en el entorno que lo rodea.


De hecho, en los años 60, el doctor Harry Harlow realizó una serie de experimentos de dudosa ética que muchos profesionales llegaron a considerar crueles.


Por aquella época se discutía si los apegos nacían por el alimento o simplemente por la calidez de las relaciones.


Y también se pensaba que el contacto físico era una forma de malcriar a los hijos.


Este experimento consistía en separar crías de monos de su madre y ponerlos frente a dos muñecos.


Uno de estos muñecos era de felpa y el otro de alambre.


El de alambre tenía un biberón y los pequeños monos se apegaban más al muñeco recubierto de felpa y solo se acercaban al de alambre cuando necesitaban comer.


A partir de estos estudios, las cosas cambiaron bastante y vemos que se le dio más protagonismo a la relación padres e hijos.


Estos estudios reflejaron básicamente tres clases de apegos.


Si el cuidador de mostraba sensible, accesible y atento la persona desarrollaría un apego seguro.


Si la atención del cuidador era errática el individuo pasaría a ser una persona ansiosa.


Y por último si el cuidador era distante, rígido y desapegado, el adulto sería una persona evasiva.


A título personal yo pienso que con esta situación ocurre lo mismo que con los complejos de Edipo y Electra.


Son cosas que nos sirven en determinado momento, pero que, al nunca resolverse, cuando somos adultos pueden aflorar y perjudicarnos.


Para poder entenderlo mejor, intenta recordar las parejas que has tenido.


Si eres mujer, recuerda cómo las personalidades y hasta el físico de las personas que han compartido la vida contigo hasta la fecha se parecen.


Lo mismo si eres hombre, vas a notar que ocurre lo mismo con las personas con las cuales han compartido.


Y si eres bastante detallista, notarás que estás personas a la final son bastante parecidas a tu figura materna o paterna según tu caso.


Notarás que has estado buscando a tu madre o padre en tu pareja por el complejo de Edipo o Electra según tu caso.


Si eres mujer y tuviste un padre maltratador, ¿adivina con qué tipo de personas has estado compartiendo?


Hace algún tiempo compartí la experiencia de una gran amiga que tuvo un padre estricto.


Ella conoció a un hombre maravilloso, pero por extrañas razones lo abandonó.


¿Puedes ver porque haría algo como esto?


Simplemente su figura paterna estricta no coincidía con la de una persona flexible.


Lo mismo ocurre con nuestros apegos y expectativas.


El apego a un cuidador o cuidadores nos sirvió en su momento para sentir seguridad de nuestro entorno.


Pero son situaciones que quedaron allí en el olvido, en nuestro sistema nervioso.


Y es por eso que ahora que somos adultos sentimos la necesidad de apegarnos a esa figura que consideramos importante.


Si esa otra persona es tan “necesitada” de ti, podríamos decir que tienes buena suerte.


¿Pero qué pasa cuando esa otra persona toma decisiones diferentes y prefiere estar con otras personas?


Es por eso que los apegos nos representan un problema.


Cuando iniciamos una relación siempre llegan nuestras expectativas.


A medida que vamos conociendo a una persona le podemos ver errores y problemas potenciales a futuro.


Pero nuestras expectativas nos hacen creer que con “nuestro amor” las podemos llegar a cambiar.


Y no solo eso, nos imaginamos un ideal del amor, es decir, tenemos la expectativa de que sea romántico(a), detallista, de buen humor y que comparta con nosotros todo momento.


Cuando esto no se cumple, sufrimos y le reclamamos a la otra persona de que no nos ama.


Lógicamente la otra persona con sus propios problemas se va a sentir aburrido(a) por esto, pues ve que sus esfuerzos de amor no son suficientes.


Comienzan los resentimientos porque creo que la otra persona no me está dando lo que merezco.


Los que han podido traspasar sus apegos, rápidamente dejan esa relación y consiguen una nueva, repitiendo este ciclo casi infinitamente.


Los que no pueden con sus apegos prefieren seguir adelante, así su “amorcito” no les esté complaciendo lo que ellos esperan.


Ahora bien, siendo conscientes de todo esto, nos puede surgir la pregunta, ¿cómo puedo dejar los apegos y las expectativas?


La respuesta es tan simple como vivir tu vida y dejársela vivir a los demás.


Con esto me refiero a que tú mismo te tienes que convertir en la persona más importante de tu vida.


Puede que suene a egoísmo, pero ¿si tú estás enfermo, crees que puedes ayudar a los que también están enfermos?


Cuando las personas abordan un avión, una persona de la tripulación les da instrucciones sobre estados de emergencia.


Por ejemplo, que ocurre si tienes que evacuar y las salidas de emergencia.


Dónde están los chalecos salvavidas y las mascarillas en caso de despresurización de la cabina.


Hay un hecho curioso sobre esto último y es que, si caen las mascarillas arriba de tu asiento, y ves que tienes niños a tu lado, nunca debes ponerles la mascarilla a ellos primero.


Primero debes ponértela tú y luego si auxiliar a los pequeños.


Esto puede sonar egoísta, pero si tu pierdes el conocimiento, ambos van a morir.


Así que quiero animarte mediante esta información a que te conviertas en el ser más importante de tu universo.


La única manera que puedes ayudar a los que amas es cambiando tu propio destino.


Automáticamente notarás que sus vidas cambiarán sin que se los digas.

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jueves, 18 de agosto de 2011

Apegos emocionales

En la última entrada conocimos que las expectativas son la manera de pasar malos ratos en la vida. Este tema va muy de la mano con los apegos emocionales y es una de las causas de mayor sufrimiento en el ser humano.

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Hace algún tiempo, iba de camino a un supermercado o tienda de comestibles. Durante el camino encontré a una mujer y a su niño de aproximadamente 3 a 4 años de edad. El niño cargaba un pequeño muñeco en sus manitos y le decía a su mamita que no deseaba llevarlo más. Esto hizo que la mujer estallara en cólera y le expresara que él mismo había querido traer eso y que debería hacerse responsable por las cosas que uno carga.

Hasta allí todo iba bien. Sin embargo, la madre le dijo a su niño que si no quería cargar el muñeco lo dejara allí tirado. A lo cual el niño le pareció la mejor manera de no cargar el objeto. Cuando en niño lo dejo en el sueño, la mamá inmediatamente se lo recogió y lo puso en su bolso.

Esta pequeña experiencia me enseñó la forma en que vamos aprendiendo los apegos en la vida y sobre todo por qué se van originando. Podemos ver que uno de niño es muy desprendido. No se carga de cosas en la vida. Las usa un momento y cuando le pierde el interés las deja por otras nuevas.

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Lo que la madre de este pequeño niño le enseñó en esta ocasión fue “carga cosas en la vida aunque ya no quieras tenerlas”. Me atrevo a expresarlo de esa manera, pues como hemos visto en entradas anteriores, nuestros padres son los dioses de nuestro universo mental. Nuestro carácter se forma a partir de las acciones que vemos en ellos. No tanto lo que nos dicen sino lo que observamos que ellos hacen.

Este tipo de acciones van ayudando a crear ciertas actitudes hacia la vida pues van de la mano con lo que veremos más adelante en esta entrada y son los apegos hacia las personas, situaciones y cosas.

Cuando somos adultos sufrimos mucho de la enfermedad de los apegos. Por ejemplo así estemos infinitamente jodidos en nuestro trabajo, no nos atrevemos a cambiar pues sentimos que allí hay algo que nos requiere, aparte del sentimiento de que esa es la única chamba como dicen en México o el único camello como decimos aquí en Colombia. Vamos creando un apego hacia nuestra situación, que el día que no la sufrimos nos asustamos y por consiguiente nos da miedo cambiar.

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Otro ejemplo similar lo podemos ver cuando tenemos que cambiar de ciudad, y también cuando tenemos que realizar un viaje y dejaremos de ver a nuestros parientes aunque sea sólo por unos pocos días. Hace varios años, este era mi principal tormento. Viajar por negocios a otras ciudades y desprenderme unos pocos días de mi esposa. Creo que pasaba más tiempo pensando en el regreso que en la negociación.

Bueno, ya hemos visto que las actitudes que aprendimos de nuestros padres, fueron formando nuestra percepción limitada sobre la vida. Y que esta percepción contribuyó a formar nuestros apegos. ¿Pero en realidad cuándo se origina esta necesidad de retener una situación, persona o cosa?

Esto se inicia con la falta de comunicación intrapersonal. Recuerda que cuando somos pequeños y hacemos el famoso “berrinche” o “pataleta” por algo que no nos complace, inmediatamente somos reprendidos, sancionados o castigados para que lloremos por un motivo “que si valga la pena”.

En otras palabras nuestras emociones no sirven y nuestros padres nos van dando motivos para “emocionarnos de verdad”. En realidad esta situación nos enseña de forma muy sutil pero poderosa que debemos ocultar, guardar o retener lo que verdaderamente sentimos.

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A medida que aprendemos a reprimir nuestras emociones, vamos creando un muro en nuestro interior el cual impide que contactemos y confiemos en nosotros mismos. Es por eso que nos da pánico total la soledad o nos aburre tremendamente estar solos, pues nos da terror enfrentarnos a nosotros mismos, pues eso precisamente hemos estado evitando durante toda la vida.

Debido a esto es que se presentan las adicciones. Y con adicciones no solo estoy hablando del cigarrillo, alcohol, tabaco, marihuana, bazuco, cocaína, etc. Existen otras adicciones mucho más sutiles y dañinas que las anteriores, pues contribuyen más a nuestra neurosis.

Me estoy refiriendo a la adicción al trabajo, al sexo, a la comida, a los juegos de azar, a los vídeo juegos, a Internet, a las redes sociales, al celular, a chat, a la televisión, al baile, etc.

Tal vez en este momento estarás pensando, pero bailar no es malo, tampoco hablar por celular o tener sexo. Bueno tienes toda la razón, estas actividades no son perjudiciales, es el tiempo que invertimos en ellas lo perjudicial. Los abuelos decían antiguamente: “ni tanto que queme al santo, ni tampoco que no lo alumbre”.

Según el RAE una adicción es una asignación, entrega o adhesión a algún hábito. En otras palabras es una especie de ritual constante que de no realizarse, no me permite vivir “normal”.

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Según la OMS, algunas adicciones como el alcoholismo son calificadas como enfermedades. Para serte sincero, y según mis investigaciones, no estoy de acuerdo con esta creencia. Si el vicio del alcohol es una enfermedad, por qué no califican de enfermos a los adictos a la cocaína, bazuco, marihuana, sexo, trabajo, comida, etc. La enfermedad real es la baja autoestima, la falta de comunicación interior y el contacto consigo mismo. En este caso por ejemplo el alcohol es la excusa para escapar de mí mismo, al igual que la comida, sexo y el resto de acciones que nos inventamos.

Durante los últimos 5 años he estado investigando el fenómeno de las redes sociales y las publicaciones que allí se hacen sobre pensamientos y estados de ánimo que colocamos todos en los muros. Un investigador del pensamiento humano, el cual mencioné sus estudios sobre las estructuras del Ego y el Noble en la entrada Defectos que no me permiten recibir la abundancia del Universo, mi amigo AP me explicó en una ocasión que todo, absolutamente todo lo que proviene de la mente humana es perfecto, pues proviene de una estructura perfecta. Si por ejemplo una persona viene y expresa algo, y yo no lo comprendo, el problema es mío. Pero el contenido que acaba de ser lanzado ya sea por medio escrito o hablado tiene una razón muy poderosa de ser y esto indica el verdadero ser de la persona.

Algunas de las frases que he encontrado estos años son expresiones de estar aburrido(a), de necesidad, de apego, de aplastar enemigos. Esto último me parece sumamente extraño pues se supone que en tu red social no tienes enemigos sino a todos tus amigos.

Pero la pregunta que deberíamos hacernos es ¿Por qué me aburro conmigo mismo? ¿Me odio? ¿Me caigo mal? ¿No soy suficiente o no hago suficiente?

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¿Quieres ser feliz? Deja los apegos. Despréndete de todo y todos. Déjalos ser como son. No controles a nada ni a nadie. Y cada vez que estés solo pregúntate ¿Qué es lo que ocurre conmigo, por qué siento esto? Escúchate tú mismo(a). Permítete sentir esas emociones a las cuales les estás huyendo hace muchos años.

Recuerda que tu sistema nervioso está diseñado para ayudarte. Si esas emociones se presentan en tu vida es porque te quieren entregar algo. Si no les prestas atención, estarás pasando toda tu vida escapando de algo que te perseguirá hasta el último aliento, pues son parte de ti. Averigua que ocurre y convierte en tu propio Detective Mental.
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Ingeniero de Sistemas e Investigador del Pensamiento Humano y las emociones, y como estas influyen en las decisiones que tomamos cada segundo para tener éxito o fracaso.

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