La mayoría hemos escuchado esa historia sobre las vacas gordas y las vacas flacas.
Esto es solo para mostrar que la vida es una serie de altibajos en cualquier área de nuestra vida.
Esto nos da a entender que no podemos controlar nada y que por muy buena la situación que tengamos, esta, en algún momento va a terminar.
Y lo mismo ocurre con las situaciones malas.
No pueden durar para siempre.
Y te lo digo yo que, en mis momentos de mayores dificultades, cuando pensaba que ya no iba a salir de allí, ocurrió el milagro.
Sin embargo, yo te pregunto, ¿será cierto eso que no podemos controlar estos altibajos en nuestra vida?
De acuerdo con mis investigaciones y observatorios sobre estos temas, al menos la gran mayoría de estos “altibajos” si los podemos controlar.
Y esto lo hacemos con nuestras decisiones.
Para que me puedas entender un poco mejor, imagina que nuestra vida es como un vehículo.
A medida que lo vamos conduciendo, vamos aprendiendo a “conocer” nuestro vehículo.
Y cuando algo comienza a fallar, lo sentimos como extraño, ya sea en ruidos, vibraciones o en el movimiento.
Pero este vehículo nunca falla de un momento a otro.
De cierta forma nos da tiempo para llevarlo al mecánico para que lo revise.
Lo mismo ocurre con los altibajos en nuestra vida.
Estos no llegan de un momento a otro, de manera sorpresiva.
Siempre se van presentando con pequeñas señales, solo que como en el caso de la mayoría de los conductores no prestamos atención a las señales.
Decimos: “luego lo hago revisar”, “ahora no tengo tiempo”, “que pereza”, etc.
Bueno, esto mismo hacemos con nuestra vida.
Siempre pensamos que a nosotros no nos va a pasar nada, hasta que llega el día en que las señales se cansan de avisar y culpamos a cualquier persona o cosa, menos a nosotros mismos.
Nuestro ego no nos deja mirar el culpable en el espejo.
Entonces, cuando vemos las primeras señales, aquí es donde entran las decisiones que tomamos.
Y tal vez me digas en este momento: “pero Gabrielito lindo, yo conozco personas que la vida les ha cambiado de la noche a la mañana, por ejemplo, ganando la lotería”.
Si eres buen observador, notarás que ganar la lotería también es una decisión.
Hay que salir a comprarla y arriesgarse a perder dinero con ella.
Pero tienes que tomar la decisión de jugarla.
Y entiendo que van a existir cosas que se nos salgan de las manos, pero hay que tomar la decisión de estar preparados.
Digamos que vives en un sitio con probabilidades de sufrir un huracán, un volcán, etc.
Tienes que tomar la decisión de prepararte para esto.
Ya sea que emigres a otra localidad o que compres las cosas necesarias por si se presenta la emergencia.
Pero si te quedas esperando al angelito con el traje y la maleta llena de un millón de dólares a que te solucione la vida, eso también es una elección tuya.
Porque no decidir también es una decisión.
Solo que va a tener consecuencias que no necesariamente te van a gustar.
Lamentablemente las decisiones que tomamos siempre son cuando ya el problema está en ejecución.
Y como somos expertos en vivir estresados, y con el afán de “apagar” el incendio, entonces tomamos peores decisiones que complican el problema.
Y así es como entramos en un ciclo del cual es casi imposible de salir.
Mira, he conocido a través de mi corta existencia, muchos pacientes que cuando tienen deudas, acuden a más deudas.
Si piensas que hacer eso es una solución, necesitas con URGENCIA educarte financieramente, para salir de la ignorancia económica.
Si no te alcanza el dinero, ¿no es esto una suficiente advertencia como para analizar que está pasando con tus finanzas?
Así que, mediante esta información, quiero animarte a pensar las decisiones que estás tomando en todas las áreas de tu vida.
Por ejemplo, que decisiones están tomando con respecto a tu salud.
Aun estás a tiempo de corregir tu camino hacia la temporada de vacas flacas.