Una de las sensaciones más espantosas que tiene el ser humano son los celos.
Es como si algo dentro de ti, estuviera repitiéndote de forma constante “¿huy se va a dejar?”.
Y esto lo aprendimos en nuestra infancia, gracias a los apegos emocionales que adquirimos hacia nuestras figuras parentales.
Y los apegos no son malos.
En realidad, son parte de nuestro instinto de supervivencia.
Sientes apego por esa pareja que se ocupó de tus necesidades básicas y te brindó mucho amor y apapachos.
Supongamos que acabas de nacer y tienes autonomía.
¿Te imaginas que te estén dado eso, y salir corriendo porque eso no te sirve para buscarlo en la calle?
No creo que sobrevivieras mucho tiempo con otros extraños allá fuera.
Es por eso que una parte de la supervivencia en ese tiempo, es desarrollar un apego hacia los cuidadores.
Esto te ayuda a permanecer seguro y protegido, conservando la vida.
¿Pero qué pasa cuando vas creciendo y llega un nuevo ser, un hermano u otro bebé de visita a tu casa?
Allí es cuando sentimos esa extraña sensación que nos puya constantemente el alma.
Sentimos que nos están robando algo que nos pertenece.
Algo intangible pero que es nuestro.
Y es muy común que a pesar de ser adultos “maduros” y “funcionales”, sigamos padeciendo de este horrible sentimiento.
A nivel personal, conozco una parejita que se la pasan de pelea y reconciliación por culpa de los celos.
Muchas veces él le hace reclamo por la forma en que se viste la señorita.
Y ella intenta devolvérsela, diciéndole que tampoco le permite a él vestirse como quiera.
Bueno, yo entiendo que mucha gente disfruta de este tipo de cosas.
Pero para aquellos que aprendimos hace mucho rato el manejo de emociones, esto produce mucho “cringe” que llaman hoy día, o la famosa pena ajena.
Personalmente este tipo de emociones no se si me producen mal genio o alguna otra cosa.
Si por mi fuera abofetearía a cada persona que padece de esto para que despierte.
O al menos quisiera tener una pastilla para darle a una persona en estas condiciones.
Pues entiendo muy bien el malestar que producen los celos.
Incluso he llegado a presenciar cuando la señorita de este joven no llega a tiempo, ir a buscarla para ver que ha sucedido o en que la sorprende.
En lo que a mí respecta, hace muchos años tuve una novia que quería mucho.
Incluso yo me veía haciendo mi vida con ella.
Pero lamentablemente esta señorita sufría en extremo de celos.
Yo no me podía afeitar o ponerme alguna loción para visitarla, pues de inmediato me hacia el reclamo si era que me gustaba otra persona.
Y ni que decir cuando me compraba alguna camisa para salir con ella.
Eso era otro drama.
Hasta que un día me la sacó y suerte es que te deseo.
La podía querer mucho, pero yo no me iba a aguantar ese “canasto” lleno de piedras, de allí en adelante.
Es por eso que a nivel personal y sobre todo a la luz de lo que conozco ahora sobre las emociones, salgo huyendo cuando veo a una mujer celosa.
Pero los celos no se quedan solamente en esa sensación de dolor y/o angustia por perder algo que te “pertenece”.
En su libro VIVE TU VIDA Y DEJASELA VIVIR A LOS DEMAS, el doctor Luis Fernando Hoyos Aristizábal, escribió que dentro de la psiquiatría y psicología patológica los celos están clasificados como delirios.
Una idea o juicio que se mantiene sin evidencias, se concibe como delirante.
A pesar que el doctor Hoyos desarrolla ideas muy profundas en su obra sobre los celos, lo que más ha llamado mi atención es la conexión entre la sexualidad y la celotipia.
Todo fenómeno de celos tiene su origen en lo afectivo y sexual.
Es decir, el temor o miedo de perder a la persona amada ya que ella puede unirse a otra seria lo afectivo.
Y el sufrimiento de ver a otra persona poseer lo que uno quiere para sí sería lo sexual.
Pero el punto más curioso aquí es que esa parte sexual tiene que ver con la homofilia.
En términos más simples sería algo como, si la esposa inconscientemente dice “yo a esa mujer la amo, pero esto es prohibido. Entonces proyecto mi amor sobre ese hombre y no se lo voy a dejar para así de alguna forma estar en contacto con ella.”
Y en el caso del hombre sería algo como “yo amo a ese hombre, pero eso es prohibido, así que amo a mi mujer para amarlo a él”.
Esto puede resultar un poco complicado la primera vez que uno lo escucha.
Pero comienza a tomar sentido cuando una persona ha ignorado a su pareja toda la vida y ve que otro u otra se comienza a interesar en ella.
¿Has notado que el celoso comienza a sentir de forma “milagrosa”, amor por su mujer/hombre qué antes le parecía indiferente?
Bueno aquí es cuando se confirma la explicación dada por el psicoanálisis sobre la conexión entre los celos y la sexualidad.
Y tal vez me estés preguntando en este momento, “Gabrielito lindo, ¿entonces si soy una persona celosa, eso me hace homosexual?”.
La respuesta es NO.
Simplemente los celos tienen una conexión con el homosexualismo.
Para que una persona tome la determinación de ser homosexual, es algo bastante complejo y creo que hasta desconocido para la ciencia.
Tengo 2 amigos que soy gays y en cierta oportunidad les pregunte sobre sus preferencias.
El mayor de ellos me dijo que él había nacido con más progesterona que testosterona y por eso su preferencia hacia los hombres.
Pero que en ocasiones sentía que le gustaban las mujeres.
Hasta ese momento yo estaba completamente seguro que eso era cuestión hormonal.
Que se nacía con esta preferencia.
Pero con el paso de los años conocí a un jovencito que le hice la misma pregunta.
Él me dijo que cuando tenía unos 17 años, una persona lo abusó y a partir de allí comenzó su preferencia hacía el mismo sexo.
Y uno puede pensar que después de un evento de estos quedaría sin ganas o con temor.
Pero él me llegó a decir que era muy feliz con sus preferencias.
Es por esta razón que ser gay es algo más complejo de lo que los heteros podamos llegar a entender.
No basta con sentir celos para cambiar de preferencias, pero si te animo que prestes mucha atención a una emoción como estas.
Los celos no solo son considerados delirios.
Sino también una enfermedad progresiva que en muchas oportunidades te puede llevar a atentar contra la vida de otras personas.