Una de las cosas que más se ha preguntado el ser humano es si el concepto del bien o el mal es natural.
De hecho, para los antiguos filósofos, el estudio de esto derivó en algo que conocemos en la actualidad como la ética.
Esto se enseña en los grados superiores de la educación básica secundaria y en las universidades.
Y es por eso que hemos escuchado decir mucho el término “ética profesional”.
Sin embargo, nos puede surgir la pregunta, ¿si el concepto del bien o el mal son naturales, por qué se le han dedicado años de estudio y reglas para cumplir con esto?
¿No se supone que, si algo es natural, se viene con eso y no se necesita consideración?
Por ejemplo, hablemos de la respiración. Nadie te enseña a respirar. Es algo totalmente natural.
El hambre es algo natural que nadie te debe enseñar como sentirla.
Simplemente fluye en tu vida y tú buscas lo necesario para calmar esa necesidad.
¿Entonces por qué debemos estudiar el bien y el mal para determinar qué es lo correcto en nuestras vidas?
Recuerdo que hace muchos años conocí a un joven keniano que se encontraba en mi país de intercambio universitario.
Él estaba en ese momento, estudiando antropología en la capital y llegó en una oportunidad a contar que era el hijo número 22 de un matrimonio de 12 esposas.
La verdad yo estaba impresionado en ese momento y le pregunté cómo hacían para vivir de esa forma.
Él me explicó que en su país si un hombre podía sostener una esposa, le era permitido casarse con ella.
Así que, de acuerdo al poder adquisitivo de un hombre, se le permitía tener la cantidad de esposas que pudiera sostener.
En cambio, en occidente esto es considerado un delito.
Como sabemos, aquí no es permitido tener ni siquiera dos esposas. Y para efectos legales si quieres casarte nuevamente, primero debes divorciarte.
Lógicamente esto es en la norma, porque en realidad muchos matrimonios viven la infidelidad.
Yo diría que el problema no es tanto la infidelidad de alguien sino el someterse al estrés de las mentiras y engaños para poder “disfrutar” de otra relación.
En esto, los seres humanos aún nos basamos en el instinto básico de supervivencia.
Con esto me refiero que hacemos caso a nuestra naturaleza de procrear y conservar la especie.
Al menos desde el punto de vista de los hombres, así tengamos pareja, nos fijamos en otra mujer en la calle.
Esto no lo hacemos por maldad, sino porque la biología en este aspecto es bastante fuerte en nosotros.
Podríamos decir que, respecto a la biología, la mujer busca más la conservación de la especie en encontrar un protector para ella y sus crías.
Al fin y al cabo, la responsabilidad de cuidar la vida en la naturaleza pertenece al lado femenino.
A pesar que la biología es un patrón bastante fuerte en nosotros, recuerda que el factor humano es impredecible y siempre nos sorprende con sus excepciones.
¿Ahora bien, cómo podemos saber si algo es bueno o malo tanto para nosotros como para las personas que nos rodean?
Respecto a esto, hace algunos días, un buen amigo me compartió un vídeo para estar alerta a los fraudes que hacen con medios digitales.
Este consistía en enviar un mensaje de texto a gran cantidad de teléfonos desconocidos con el fin de pescar una víctima.
La “carnada” de esto va desde tarjetas débito para gastar en cualquier establecimiento, pasando por viajes y finalmente vehículos nuevos.
Nosotros podemos llegar a pensar que hay que ser bastante ignorante para caer en eso.
Lamentablemente la mayoría de personas en América Latina son bastante creyentes en que la suerte les puede sonreír y dar un premio aparentemente de la nada y sin participar en sorteos.
Para poder reclamar el premio, la víctima tenía que realizar un giro de dinero a un personaje.
La “víctima” como se había dado cuenta de la estafa, simplemente siguió el juego y obtuvo los datos del receptor del dinero para denunciarlo posteriormente.
Una vez que el estafador se vio sorprendido con la pregunta del por qué hacia esto, simplemente respondió, yo no lo estoy obligando a nada.
Esta persona, aunque sabía que estaba haciendo algo incorrecto, acudió a la ética del mal.
Es como si la persona estuviera acudiendo a la disonancia cognitiva con el fin de alivianar su culpa.
El término “ética del mal” puede sonar un poco contradictorio, pues desde el punto de vista de la filosofía Platónica, nadie puede hacer el mal conscientemente, salvo que lo haga por ignorancia.
Sin embargo, podemos llegar a “calmar” nuestra conciencia auto engañándonos para decir que no pasa nada si hago esto o lo otro que en teoría podría estar perjudicando a alguien.
En otras palabras, somos conscientes del mal, pero intentamos lavarnos la cabeza disminuyendo los posibles daños a terceros.
Es por eso que frases como “eso no pasa nada”, “otros lo hacen”, “quien lo manda a dar papaya” o “quien lo manda dejarse robar”, etc., hacen parte del vocabulario popular.
Desde mi punto de vista, si quieres saber si algo es bueno o malo, simplemente pregúntate si te gustaría que alguien te hiciera lo mismo.
Si la respuesta a esto es positiva, definitivamente es algo que te conviene no solo a ti sino a las personas que te rodean.
Si no te gustaría que te hicieran algo, por más que otros se justifiquen que la mayoría lo hacen, es en verdad perjudicial.
Así que quiero animarte mediante esta información a vivir con valor.
Nunca actúes como un cobarde, sin valor ni honor, que espera de la vida lo mejor, cuando sabe que inconscientemente no es merecedor.
0 comentarios:
Publicar un comentario