Una de las cosas más importantes que tiene el ser humano es la voluntad.
La voluntad humana ha sido capaz de mover el mundo, descubrir nuevas cosas y hasta mejorar la propia vida.
Una de las tantas definiciones que el RAE tiene sobre esta es la intención, ánimo o resolución de hacer algo.
Pero nota que se está hablando sobre el ánimo o resolución de hacer algo.
Aquí nos puede surgir la pregunta, ¿entonces dónde nace la voluntad para hacer las cosas?
Detrás de toda esa fuerza que nos impulsa a realizar algo está la esperanza.
Curiosamente la esperanza está asociada a las expectativas.
Algunas personas definen la esperanza como algo positivo en lo cual, estarías confiando en el proceso.
En cambio, la expectativa la perciben como algo negativo que solo se basa en resultados.
Un ejemplo de estas definiciones lo podríamos ver como la esperanza que tienes de que algo bueno suceda en el futuro.
Contrario, la expectativa sería intentar predecir ese futuro como bueno o malo para ti.
Podríamos decir que de aquí se desprende el concepto de esperanza como positiva y expectativa como negativa.
Pero si vamos a la definición de expectativa que tiene el RAE, la define como “esperanza de realizar o conseguir algo”.
En otras palabras, el RAE estaría conectando intrínsicamente estas dos palabras.
En este punto podría surgir una nueva pregunta, ¿qué son entonces los apegos y si de alguna forma están relacionados con las expectativas y esperanzas?
El apego se define como un vínculo afectivo intenso, duradero y singular.
Es decir que va específicamente a una persona y no a todas.
Se podría dar el caso, pero hasta la fecha no he visto el primer ser humano que tenga apegos por TODA la humanidad.
Siempre tenemos personas favoritas y por lo general el resto del mundo nos cae mal o es indiferente para nosotros.
Podríamos decir que las expectativas son una esperanza hacia algo, mientras que el apego vendría siendo la afirmación de que algo o alguien me pertenece o es mío.
Los apegos nacen en nuestra infancia.
Para que un ser vivo pueda tener un desarrollo medianamente normal necesita por lo menos de un cuidador.
Con este cuidador debe tener una relación o una conexión para poder llegar a tener una seguridad en el entorno que lo rodea.
De hecho, en los años 60, el doctor Harry Harlow realizó una serie de experimentos de dudosa ética que muchos profesionales llegaron a considerar crueles.
Por aquella época se discutía si los apegos nacían por el alimento o simplemente por la calidez de las relaciones.
Y también se pensaba que el contacto físico era una forma de malcriar a los hijos.
Este experimento consistía en separar crías de monos de su madre y ponerlos frente a dos muñecos.
Uno de estos muñecos era de felpa y el otro de alambre.
El de alambre tenía un biberón y los pequeños monos se apegaban más al muñeco recubierto de felpa y solo se acercaban al de alambre cuando necesitaban comer.
A partir de estos estudios, las cosas cambiaron bastante y vemos que se le dio más protagonismo a la relación padres e hijos.
Estos estudios reflejaron básicamente tres clases de apegos.
Si el cuidador de mostraba sensible, accesible y atento la persona desarrollaría un apego seguro.
Si la atención del cuidador era errática el individuo pasaría a ser una persona ansiosa.
Y por último si el cuidador era distante, rígido y desapegado, el adulto sería una persona evasiva.
A título personal yo pienso que con esta situación ocurre lo mismo que con los complejos de Edipo y Electra.
Son cosas que nos sirven en determinado momento, pero que, al nunca resolverse, cuando somos adultos pueden aflorar y perjudicarnos.
Para poder entenderlo mejor, intenta recordar las parejas que has tenido.
Si eres mujer, recuerda cómo las personalidades y hasta el físico de las personas que han compartido la vida contigo hasta la fecha se parecen.
Lo mismo si eres hombre, vas a notar que ocurre lo mismo con las personas con las cuales han compartido.
Y si eres bastante detallista, notarás que estás personas a la final son bastante parecidas a tu figura materna o paterna según tu caso.
Notarás que has estado buscando a tu madre o padre en tu pareja por el complejo de Edipo o Electra según tu caso.
Si eres mujer y tuviste un padre maltratador, ¿adivina con qué tipo de personas has estado compartiendo?
Hace algún tiempo compartí la experiencia de una gran amiga que tuvo un padre estricto.
Ella conoció a un hombre maravilloso, pero por extrañas razones lo abandonó.
¿Puedes ver porque haría algo como esto?
Simplemente su figura paterna estricta no coincidía con la de una persona flexible.
Lo mismo ocurre con nuestros apegos y expectativas.
El apego a un cuidador o cuidadores nos sirvió en su momento para sentir seguridad de nuestro entorno.
Pero son situaciones que quedaron allí en el olvido, en nuestro sistema nervioso.
Y es por eso que ahora que somos adultos sentimos la necesidad de apegarnos a esa figura que consideramos importante.
Si esa otra persona es tan “necesitada” de ti, podríamos decir que tienes buena suerte.
¿Pero qué pasa cuando esa otra persona toma decisiones diferentes y prefiere estar con otras personas?
Es por eso que los apegos nos representan un problema.
Cuando iniciamos una relación siempre llegan nuestras expectativas.
A medida que vamos conociendo a una persona le podemos ver errores y problemas potenciales a futuro.
Pero nuestras expectativas nos hacen creer que con “nuestro amor” las podemos llegar a cambiar.
Y no solo eso, nos imaginamos un ideal del amor, es decir, tenemos la expectativa de que sea romántico(a), detallista, de buen humor y que comparta con nosotros todo momento.
Cuando esto no se cumple, sufrimos y le reclamamos a la otra persona de que no nos ama.
Lógicamente la otra persona con sus propios problemas se va a sentir aburrido(a) por esto, pues ve que sus esfuerzos de amor no son suficientes.
Comienzan los resentimientos porque creo que la otra persona no me está dando lo que merezco.
Los que han podido traspasar sus apegos, rápidamente dejan esa relación y consiguen una nueva, repitiendo este ciclo casi infinitamente.
Los que no pueden con sus apegos prefieren seguir adelante, así su “amorcito” no les esté complaciendo lo que ellos esperan.
Ahora bien, siendo conscientes de todo esto, nos puede surgir la pregunta, ¿cómo puedo dejar los apegos y las expectativas?
La respuesta es tan simple como vivir tu vida y dejársela vivir a los demás.
Con esto me refiero a que tú mismo te tienes que convertir en la persona más importante de tu vida.
Puede que suene a egoísmo, pero ¿si tú estás enfermo, crees que puedes ayudar a los que también están enfermos?
Cuando las personas abordan un avión, una persona de la tripulación les da instrucciones sobre estados de emergencia.
Por ejemplo, que ocurre si tienes que evacuar y las salidas de emergencia.
Dónde están los chalecos salvavidas y las mascarillas en caso de despresurización de la cabina.
Hay un hecho curioso sobre esto último y es que, si caen las mascarillas arriba de tu asiento, y ves que tienes niños a tu lado, nunca debes ponerles la mascarilla a ellos primero.
Primero debes ponértela tú y luego si auxiliar a los pequeños.
Esto puede sonar egoísta, pero si tu pierdes el conocimiento, ambos van a morir.
Así que quiero animarte mediante esta información a que te conviertas en el ser más importante de tu universo.
La única manera que puedes ayudar a los que amas es cambiando tu propio destino.
Automáticamente notarás que sus vidas cambiarán sin que se los digas.
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