Cuando me encontraba muy jovencito, más de lo que estoy ahora, extrañamente me dio por los temas espirituales.
Así que comencé a reunirme con unos pacientes que promulgaban mucho el amor al prójimo.
Allí pude conocer mucho tipo de personas, y en especial a un jovencito de unos 17 años o menos en ese momento.
A este jovencito también lo enredaron con el cuento del amor, pues él estaba pasando por un momento difícil, ya que era de otro país.
Si señor padre se encontraba detenido por algunos problemas con la ley y él estaba viviendo con su madrastra.
Ni me preguntes que pasó con su mamá porque a mí no me gusta el chisme.
Nunca se me ocurrió preguntarle.
Pero lamentablemente este jovencito que solo tenía a su madrastra y a su medio hermano, y tuvo que tomar una difícil decisión a su corta edad.
La madrastra, que no lo quería, le dijo que se tenía que ir de la casa por andar reuniéndose con ese grupo de proselitistas.
En realidad, la señora buscaba excusas para sacarlo de casa.
Bueno, al parecer como le caía bien y le producía confianza, y este jovencito acudió a este angelito para contarle sus penas.
Imagínate por un momento, tú siendo menor de edad, viviendo en un país donde no conoces a nadie, con la única persona que te puede ayudar preso y con una madrastra que quiere sacar de la casa.
Este jovencito en medio de lágrimas me dijo que no sabía qué hacer.
A buen palo se arrimó a pedir sombra este muchacho.
Apenas acababa de terminar la educación básica secundaría y no tenía tampoco idea de que iba a hacer.
Con la ventaja que yo tenía el apoyo de mis padres.
Así que, en medio de mi ignorancia, se me ocurrió hablar con los directores de este grupo “amoroso”.
Para hacerte un resumen, es como si no les hubiera contado nada.
Prácticamente con su actitud me dijeron: “eso no es problema mío, usted verá que hace”.
Allí vi textualmente cumplida la frase popular que reza: “del dicho al hecho, hay mucho trecho”.
A pesar de la desilusión tan grande que me llevé, no sé dé donde rayos me vino la idea de decirle que hablara con la rectora del colegio donde él estaba estudiando.
Y le dijera que le permitiera dormir en el colegio, que él le ayudaría a realizar el mantenimiento de los pupitres, salones, etc.
Supongo que, por el desespero, este muchacho se llenó de valor y habló con la señora que de inmediato lo ayudó.
Junto con un profesor del colegio, que lo acogió en su casa como un hijo más, este muchacho finalmente terminó su escuela.
Lo curioso es que este profesor pertenecía a una denominación religiosa que era “condenada” por el grupito “amoroso” al cual yo pertenecía.
Imagínate un “condenado” hizo más por este jovencito que aquella organización que se la pasaba hablando de amor al prójimo.
Este profesor falleció el año pasado, pero pude hablar con él y agradecerle por lo que hizo por este amiguito.
Este señor se sintió un poco sorprendido porque me dijo que no había hecho nada importante.
Y de la misma forma yo me sentía con ese consejo que le di a este amiguito de ofrecerse a trabajar en el colegio.
Siempre pensé que pude hacer más, hasta que años más tarde este muchacho me escribió dándome las gracias por toda la ayuda que le di con ese consejo.
Esta historia tuvo un final muy feliz, pues este niño se fue a vivir a un país oriental, donde se casó, tiene una hermosa familia y un trabajo en una multinacional muy conocida, la cual no le vamos a hacer propaganda aquí.
La conclusión de esta historia es que muchas veces pensamos que lo que hacemos por los demás no es suficiente.
Toda cosa buena o mala que hagamos por muy pequeña que esta sea, tiene el potencial de ayudar a una persona o arruinarle su vida.
Así que quiero animarte, mediante esta información que pongas mucha atención en esos pequeños detalles a los que te enfrentas día a día.
Por ejemplo, puede que le hagas un desplante a un niño, pero ese niño va a crecer y finalmente la vida es tan irónica que termines trabajando para él.
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