Una de las cosas que más preocupa hoy en día a los profesionales de la salud mental es la depresión.
Esto es tan delicado que puede llevar a la persona que la padece a “prescindir” de los servicios contratados con la Vida.
Respecto a esto, cuando una persona decide renunciar a su vida, nosotros tenemos la tendencia a abrir nuestra gran bocota y opinar sobre esto.
Diciendo que la persona fue muy cobarde porque no enfrentó la vida.
O que es muy valiente para vencer el instinto de conservación de la vida.
Para los que no padecemos de depresión esto puede ser muy fácil criticarlo.
Pero para aquellos que la padecen, estarían pisando el filo de un abismo.
Oficialmente la depresión se define como un trastorno mental que se caracteriza por sentimientos de tristeza, pérdida de interés o placer.
Y cambios en el funcionamiento del cuerpo y el pensamiento.
Puede afectar a personas de todas las edades, pero es más común en adultos.
Existen muchos factores que pueden contribuir a la depresión, incluyendo factores genéticos, biológicos, psicológicos y ambientales.
Por ejemplo, en el caso del factor genético, las personas que tienen familiares con depresión tienen un mayor riesgo de desarrollarla ellos mismos.
Esto es algo muy desafortunado para la persona.
Una lotería que se ganó sin jugarla, pero le tocó.
Los factores psicológicos, como el estrés, los traumas y las pérdidas, también pueden contribuir a la depresión.
Los factores ambientales, como la pobreza, la discriminación y los abusos, también pueden aumentar el riesgo de depresión.
La depresión también puede estar relacionada con cambios en los niveles de ciertos neurotransmisores.
Como la serotonina, la dopamina y la noradrenalina.
Estos neurotransmisores juegan un papel importante en el estado de ánimo, el apetito, el sueño y el comportamiento.
Yo me atrevería a decir que esto último es lo que ha estado generando más casos de depresión en el planeta.
Para que me puedas entender un poco mejor, intenta recordar que fue lo que ocurrió en el año 2020.
Mejor ni mencionemos directamente eso porque es de mala suerte.
Bueno en realidad es mejor no hacerlo porque no sabemos hasta que grado pueda haber censura todavía sobre el tema.
Pero a TODOS nos tocó guardarnos como presos en nuestras casitas.
La mayoría no tenían nada que hacer y otros, los más afortunados, al menos seguían trabajando desde casa.
Pero ocurrió algo extraordinario en este momento y fue que la situación nos adelantó, hablando tecnológicamente, unos 10 o 15 años en el futuro (si no son más).
¿Notaste que hasta los abuelos que eran reacios a la tecnología, antes de todo esto, en la actualidad no pueden vivir sin su móvil en la mano?
Bueno resulta que en si la tecnología no es nociva.
En este mundo nada es malo, ni bueno.
Lo único que existe es el abuso o mal uso de las cosas.
Un martillo usado para construir una casa es algo “bueno”.
Pero si lo usas para atacar una persona, definitivamente es algo espantoso.
Si tomamos muy poca agua, nuestro cuerpo sufre.
Si por el contrario tomamos demasiada, aunque es algo inocuo, nos puede matar.
Pero en medio de ese despertar tecnológico llegamos a algo conocido como el social media o redes sociales.
Estas han sido diseñadas para producir en nosotros adicción, estimulando la producción de dopamina, mediante el uso de recompensas variables.
El experimento de las recompensas variables es un experimento de psicología conductual realizado por el psicólogo B.F. Skinner en la década de 1940.
Este demostró que los animales, incluyendo a los humanos, son más propensos a repetir un comportamiento si la recompensa por ese comportamiento es variable.
Así pues, los creadores de dichas herramientas, que también necesitan comer, les interesa que tú sigas usando su trabajo.
En teoría esto no debería perjudicar a nadie pues técnicamente no nos están obligando a nada.
Pero cuando hablamos de un neurotransmisor como la dopamina, el precio que pagamos es bastante alto.
Para que me puedas comprender, cuando nuestro cerebro genera dopamina, nosotros sentimos placer.
Nos sentimos motivados por ejemplo al comer, hacer deporte, en nuestra sexualidad, etc.
Pero viene el problema con los niveles de dopamina.
Digamos que te gusta el chocolate y te dan un pedazo.
Sientes placer y quieres más.
¿Pero qué tal si por un mes o tal vez 90 días, de forma diaria, te toca comer ese chocolate que tanto placer te produce?
Mira, no creo que dures ni siquiera una semana consumiéndolo.
Eso es porque dicho evento te produjo el mismo nivel de dopamina y tu cerebro quiere algo diferente, algo que te produzca una mejor sensación.
Es lo que ocurre con la “noporgrafia”.
No te vasta ver siempre la misma escena o fotografía.
Siempre quieres más, hasta que literalmente quemas tus receptores de dopamina.
Llegas a perder tu voluntad y terminas hasta haciéndole daño a las personas.
Todo por un “inocente” video.
Lo curioso de todo esto es que es “gratis”.
Alguien lo está pagando para que así sea y los gobiernos calladitos.
Pero vamos a algo más simple como el uso de tu móvil.
¿Has intentado estar sin él por lo menos una semana?
¿Verdad que no es tan fácil?
Esto es porque estamos “adictos” a esa dopamina que genera nuestro cerebro con su utilización.
En el caso de algunas personas, sobre todo los ancianos, sus niveles de dopamina ya han sido sobrepasados y quisieran algo adicional.
Es por eso que pueden perder el apetito, las ganas de hacer cosas, etc.
De por si uno de mayor se complica con la alimentación, ahora imagínate agregándole este factor.
Y puede que en este momento me preguntes: “Gabrielito lindo, ¿qué se puede hacer frente a esto o ya es demasiado tarde?”
Bueno existe algo que se conoce como ayudo de dopamina y el objetivo es volver a nuestros niveles naturales.
Esto se logra mediante “despagarnos” de todas nuestras pequeñas adicciones por un fin de semana.
Y entiendo que estoy es muy difícil porque tú mismo cerebro te atacará pidiéndote la dosis de aquello que te produce placer.
Pero si no haces el esfuerzo va a seguir por el mismo camino hasta terminar en una depresión crónica.
Si lo logras, vas a volver a disfrutar de cosas sencillas que has olvidado como leer un libro, caminar por el parque o disfrutar de las personas que te rodean.
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