domingo, 12 de agosto de 2012
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Las enfermedades comienzan y terminan en la mente
Durante toda mi niñez, la salud fue algo carente en mi
vida. Incluso en la adolescencia sufría de terribles inflamaciones de las amígdalas,
a tal grado que mi garganta se deformaba por la inflamación.
Recuerdo que acababa de llegar del médico alópata y
sentado en mi cama, todavía sobándome el dolor por la aguja de la inyección que
me aplicaron del antibiótico, le escuché a mi padre decir “¿todavía te dan esas
enfermedades?”. En ese momento me quedé pensando “¿cómo es posible que él me
diga eso? ¿acaso uno puede controlar el estado de salud?” y me puse a pensar
que mi padre jamás está enfermo y siempre escuché decirle “mi salud es
perfecta, partiendo de que tengo un cuerpo perfecto”.
En ese momento hice un compromiso conmigo mismo de
comenzar a repetir esas mismas palabras que decía mi padre. Eso ya fue hace
casi 20 años. Al principio cuando repetía cosas positivas sobre mi salud no me
lo creía mucho. Era como si estuviera engañando a alguien importante en mi
vida. Incluso me sentía mal. Pero con el tiempo y sin darme cuenta, cada vez
que lo repetía me lo creía y noté que no me enfermaba ni sufría los terribles
ataques de amigdalitis que me acompañaron durante mi adolescencia.
Cinco años después, tenía que realizar un viaje de
trabajo. Este viaje me tenía un poco estresado. En realidad no recuerdo la
razón por la cual me sentía así. El caso es que en el momento de viajar, repentinamente
me enfermé de una gastroenteritis. Toda
la madrugada padecí de vómito y diarrea.
Mis padres en ese momento que vivía con ellos se
asustaron tanto que me llevaron de urgencias a la clínica. Cuando el médico
alópata me dijo que mostrara mi lengua, de inmediato se dio cuenta que yo
estaba deshidratado, a lo cual me mandó de inmediato suero intravenoso. Lamentablemente
desde niño sufrí varios episodios con las agujas que provocaron en mí una
fobia.
Las fobias son similares a las anclas emocionales que
hemos tratado en este blog. Algunos de estos anclajes emocionales son más
intensos que otros.
La fobia a las agujas es conocida como Belonefobia que también
está asociada a la Hemofobia o miedo a
la sangre y en mi caso es una reacción muy intensa que provoca incluso
desvanecimiento, que es una reacción de mi cerebro para protegerse del temor a
esta fobia. En el momento en que la enfermera me estaba preparando para el
procedimiento, yo le intentaba explicar mi temor mórbido a las agujas.
Y cuando chuzó mi vena para colocarme el suero, en ese
momento me desvanecí. Varias veces sufrí este tipo de reacciones a lo largo de
mi vida, y es extraño pero no puedo evitar compararlo con un computador cuando
se reinicia o se acaba de prender. Para describírtelo, es como si al principio,
cuando ocurre, siento electricidad que recorre mi cuerpo, un cuerpo que no
puedo sentir ni conozco sus dimensiones. Más bien en ese momento soy pura
consciencia y mi lógica se integra a esa consciencia pura.
Entonces ocurre lo que yo llamo reconocimiento de
Hardware, es decir comienzo a realizar consciencia de mis manos, pies, corazón,
pulmones, células, etc. Y siento que muchas manos me acarician y tocan mi
cuerpo. Aquí es donde mi lógica me ha dicho en estos casos “ah… estoy
desvanecido… debo relajarme y ayudar a los demás a despertarme…”
Y comienzo a respirar profundo y lento, a lo cual cada
vez me acerco a lo que percibimos como realidad. Y noto que estoy muy tenso y
comienzo a relajar mis músculos y a respirar más despacio pues estoy respirando
muy agitado. En eso siento que las manos de alguien están sujetando las mías y comienzo
a abrir mis ojos. En ese momento me produce risa, pues veo las caras de todos observándome
y preguntándose que paso. Y con mucha debilidad, me reincorporo y les explico
mi fobia.
Cuando me recuperé, me llevaron a una camilla junto a
otros pacientes. En eso vino una enfermera y me preguntó que me había ocurrido.
Yo le expliqué y me dijo algo que cambiaría mi salud para siempre. Cuando
terminé de contarle sobre mi fobia ella dijo “pues joven, tiene que hacerse a
la idea de las agujas, pues a medida que pasen los años, tendrán que hacerle exámenes
y bla bla bla”.
Mira, automáticamente eso formo un ancla, un acuerdo
tácito entre mi salud y la vida. Inconscientemente use el miedo o la fobia para
activar mi excelente salud. Esa fue la última vez que visité un lugar de esos. Ya
han sido un poco más de 15 años y jamás me volví a enfermar ni siquiera de un
resfriado común.
La mecánica de la mente en estos procesos es explicada en
el libro LAS ENFERMEDADES COMIENZAN Y TERMINAN EN LA MENTE de los doctores Víctor
Giordani y Carlos Ruíz (hermano de Don Miguel Ruíz, autor del Best Seller Los
Cuatro Acuerdos)
Cuando comencé a practicar mi pasión por la investigación
del pensamiento humano a finales del año 2006, hice un análisis de todo esto y
comprendí como trabaja la Programación Neurolingüística en nosotros. Decir
frases de poder no te traerá bienestar instantáneo. Pero si con los años, irás
formando un ancla para que tu sistema límbico que es el encargado de traducir
palabras en emociones, te permitan vivir aquello que has estado reprogramando
en tu mente un día tras otro.
Por ejemplo, desde el día que supe de la concepción de mi
hija, siempre le hablé desde el vientre de su mami hasta el día de hoy. Le he
dicho que tiene un cuerpo bello, atractivo y perfecto. Se lo digo estando
despierta, cuando está dormida y hasta por teléfono. Y adivina ¿cómo es la
salud de mi hija? Me atrevo a decir que incluso es mejor que la mía.
La mayoría de personas usan su lenguaje para “chingarse”.
Hablan siempre de palabras tales como “pobreza”, “pobrecito”, “que pesar”, “que
lástima”, etc. y se ha vuelto tan habitual en ellas esto que no se dan cuenta
cuando lo hacen. Pero su cerebro automático o mente subconsciente no le importa
si esto lo afecta para bien o para mal. Simplemente lo guarda y lo procesa
junto con todo el sistema nervioso para vivenciar aquello que se han programado.
Lo triste de esto es que nadie acepta su responsabilidad
por lo que vive. Siempre le hecha la culpa al Papá/Mamá Gobierno, a los
corruptos, a la edad, al clima, al dinero, al sistema de salud público, a sus
padres, a hermanos, amigos, deportes, etc. Pero no se dan cuenta que solitos se
están chingando la vida y no hacen nada para cambiarla, sino que esperan que
venga un “mesías” o “salvador” a cambiarles la vida con una maleta llena de
dinero o con un frasco de medicina que les quitará los males o con aquella
persona maravillosa que están esperando que llegue a cambiarles sus vidas y a
llenarlos de amor.
Mira, la vida te da lo que tu le pidas con tus aptitudes
diarias. Si estás planeando fracasar ya sea consciente o inconscientemente,
pues eso serás, un fracasado. Y por el contrario si tu propósito vehemente es
triunfar pase lo que pase, pues eso serás, un ganador en todo lo que hagas. En esto
no puede ayudarte nadie, ni un salvador o mesías. Lo único que puede ayudarte
son tus emociones, pero si estas son dirigidas por palabras de dolor, fracaso,
pobreza, vejez, muerte, angustia, culpa, escasez y desesperación pues irás
directo al fracaso, así desees mucho tus objetivos.
Analiza tus palabras diarias y has un análisis de tus
resultados y emociones actuales. Verás como han sido un guion que tu vida está
siguiendo al pie de la letra. Has algo por tu vida, es tuya y nadie la va a
vivir por ti. Tú no eres lo que estás viviendo. Tú puedes y viniste al mundo a
ser grandioso. Eres un hijo del Universo y el Universo no es pequeño, ni
triste, viejo, miedoso, pobre o enfermo. Siempre está en expansión y siempre
está creando cosas nuevas. Siempre se atreve a más. Vive tu vida con valor y el
Universo te abrirá puertas donde antes no existían.
Ingeniero de Sistemas e Investigador del Pensamiento Humano y las emociones, y como estas influyen en las decisiones que tomamos cada segundo para tener éxito o fracaso.
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