Muchas veces queremos vivir bien, pero en ese proceso parece que nos metemos la pata para seguir viviendo mal.
Como si una fuerza desconocida nos estuviera impulsando para que cometiéramos un error tras otro y arruinarnos la vida.
Por ejemplo, hace algunos días un bueno amigo me contó que años atrás iba a realizar la compra de un automóvil.
Paralelamente una amiga suya iba a realizar lo mismo.
Con la única diferencia que ella quería un automóvil de lujo y totalmente nuevo.
Mi amigo le recomendaba que no hiciera eso, y que mejor comprara un carro de acuerdo a sus capacidades económicas.
Nuuuu, ese consejo le entré por un oído y le salió por otro.
La señorita salió corriendo a endeudarse con el banco para poder comprar su auto nuevo.
Como siempre, los primeros días todo felicidad.
Pero con el paso de los meses la cosa se comenzó a complicar.
Esta señorita ya se estaba complicando para pagar las cuotas del préstamo en el banco.
Y mientras mi amigo pagó su automóvil de segunda mano, en efectivo y quedó sin deudas, ella cada mes vive en la incertidumbre si puede o no seguirlo pagando.
La pregunta que nos interesa responder es: “¿Por qué compramos cosas para impresionar a los demás?”.
Hay muchas razones por las que las personas compran cosas para impresionar a los demás.
Algunas personas pueden hacerlo porque se sienten inseguras o tienen baja autoestima.
Otras personas pueden hacerlo porque quieren encajar en un grupo social o parecer exitosas.
No creo que sea necesario nombrar las conclusiones de esta triste historia.
Lo más importante es que, ¿si sabemos que algo no está bien, y nos llevará al fracaso, por qué lo hacemos de todas formas?
¿Puedes comprender como tus creencias influyen en las decisiones que tomamos?
Desde muy pequeñitos hemos aprendido a complacer a los demás y ganar su aprobación.
Eso lo seguimos haciendo en la actualidad.
¿Qué necesidad tenemos de darle gusto a los demás, a causa de nuestro bienestar?
Debemos ser conscientes que en esto juega un papel adicional la publicidad.
Y la cultura del consumo en la creación de necesidades.
Ahora no vayas a culpar a los comerciantes.
Ellos al igual que tú, también necesitan comer.
Al menos no te están obligando de forma directa a comprar sus productos.
Eres tú mismo, con tu descontrol emocional, que te incita hoy a comprar una cosa y mañana la otra.
Finalmente, el del impacto negativo eres tú y las personas que tienes a tu cargo y dependen de ti.
El problema es que esto no solo afecta la economía tuya, sino tu salud mental.
Finalmente, todo ese estrés termina afectando tu salud física.
¿Y todo por qué?
Por trata de impresionar a los demás.
Mira la verdad a través de esta información quiero animarte a que dejes de sufrir por cosas que no valen la pena.
Muchas veces estamos bien, pero nuestras creencias de malestar nos “pedalean” para que nunca busquemos el bienestar.
La tranquilidad está a solo a una respuesta, y es responder “si hago esto, ¿qué sucederá después?”.
Tómate siempre el trabajo de calcular tu siguiente paso y si este te va a traer bienestar o malestar.
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