Yo creo que una de las cosas que más escucha Dios de parte de nosotros, no son las gracias, sino nuestras peticiones y ruegos para que las cosas nos salgan como las queremos.
Me lo imagino colocándose la mano en la frente y diciendo “huy no, allí está de nuevo esa cansona o ese cansón con sus caprichos”.
Pero hablando en serio, todos le pedimos constantemente a la Vida que tengamos un buen trabajo, una excelente salud, y muchos otros por supuesto tener a su amorcito al lado.
El problema es que muchas veces, eso que pedimos no es lo que esperamos y allí es donde pecamos con nuestra ingratitud.
Para que me puedas entender un poco mejor, hace algunos días, mi nutricionista (a la cual le mando un abrazo si me está viendo), me contó una historia sobre una sobrina de ella que pasó muchos años preparándose profesionalmente.
Finalmente, cuando llegó la hora de conseguir un empleo, ninguno le servía porque no estaban acorde a su nuevo estatus de profesional.
Tristemente en su casa, llegó una temporada donde comenzaron a experimentar bastantes dificultades económicas.
Y al parecer muchas veces sólo podían comer 1 vez en el día.
Bueno esta señorita en ese periodo se daba el “lujo” de no aceptar trabajos, porque no estaban acorde a sus capacidades como profesional
Y así siguió pasando el tiempo, que aproximadamente fueron unos 3 años.
Por decir algo, si en un trabajo le ofrecían unos mil dólares mensuales, ella lo rechazaba pues según sus capacidades merecía 5 mil dólares como mínimo.
Al final cuando estaba “mordiendo cable” (como se dice en mi país), tuvo que aceptar un trabajo de 500 dólares para poder ayudar con los gastos básicos de supervivencia en casa.
Y mira que cuantas veces esta señorita no le llegó a pedir a Dios que le ayudara a conseguir un trabajo.
Lamentablemente esas ayudas que la Vida le enviaba, a ella no le eran suficientes, pues esperaba siempre lo mejor.
Sus parientes siempre le decían: “toma ese trabajo, a lo mejor por allí te das a conocer y comienzas a avanzar hasta ganar lo que esperas”.
No había poder humano ni celestial que le iluminara la mente a esta señorita.
Y todo porque su ego, que nos ayuda a avanzar, pero que también nos mete la pata, le “dictaba” que no aceptara migajas en su vida.
¿Quiere decir esta experiencia que debemos ser conformistas con las oportunidades pues quizás este es nuestro camino?
No necesariamente.
Por ejemplo, en mi caso, cuando yo me encontraba “mordiendo cable” tuve muchas oportunidades para ir a ganarme un salario mínimo.
Tuve una situación similar a la de la señorita del ejemplo donde las personas a mi alrededor me decían: “Gabrielito vaya y tome eso, aunque sea”.
Pero en mi caso ocurría algo bien curioso.
Es como si una voz desde mi interior y en forma de sentimiento de amor me decía: “Nuuuu Gabrielito, no haga eso porque allí te vas a quedar por siempre, ganando ese valor”.
Y adicionalmente “me decía” que siguiera como iba a pesar que aún no viera la luz al final del túnel.
Lo extraño de eso es que la voz del ego siempre va acompañada de un sentimiento de conflicto.
En mi caso era un sentimiento de mucho amor y paz, como si mi interior me estuviera diciendo “confía que todo va a salir bien”.
Bueno, Gabrielito lindo decidió confiar y no dejarse llevar por el miedo o desespero y el tiempo me confirmó que ese fue el camino correcto pues logré salir de esa mala racha en la que estaba.
Por eso siempre reconozco que, si fuera por mí, todavía estaría mordiendo cable.
Definitivamente algo superior me ayudó y me sacó de todo eso.
Y tal vez me preguntes, “bueno Gabrielito lindo, entonces ¿qué debo hacer si me encuentro en esa situación para no dejar perder oportunidades?”.
Aquí es donde entra tu sabiduría.
Y esto es algo que le aprendí hace muchos años a un socio de negocios que tuve.
Él decía constantemente que a Dios no se le deben pedir riquezas, sino sabiduría.
La intuición en las oportunidades es muy importante.
Hay que aprender a escuchar las emociones, pues como dice el libro Conversaciones con Dios, el sentimiento es el lenguaje del alma.
Si tienes que tomar una decisión, enfócate más bien en cómo te hace sentir si tomas un camino o el otro.
Si tu sentimiento es de alegría, verdad y amor, ten por seguro que ese es el camino que la Vida tiene para ti.
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