Un buen amigo de esta localidad me contó que hace algunos años tuvo un problema legal.
Resulta que este muchacho le dio por comprar un teléfono celular en uno de esos tantos puestos donde reparan estos aparatitos.
Este amigo salió contento con su teléfono, pero no contaba con que a los días lo parara la policía en un retén.
Lo hicieron bajar de su camioneta y le pidieron el IMEI del teléfono.
El policía le dijo: “mire señor, este celular está reportado como robado, así que debe acompañarnos”.
Bueno, los policías lo escoltaron hasta la estación.
Ante esto lo “encanastaron” como dice él en una pequeña celda y él por supuesto les dijo que eso no era para tanto.
Uno de los suboficiales de la policía le dijo que eso era necesario pues ellos tenían que investigar si debido al robo de ese celular no existía una persona muerta.
Así que, en caso de que eso fuera cierto, las cosas se le complicarían a mi amigo.
Él me contó que cuando escuchó esto, allí si comenzó a sentir el verdadero terror.
Pensaba que como era posible que hace unos 10 minutos andaba libre y feliz por el mundo y que ahora estaba rodeado de puros maleantes.
De esos que la policía captura en la noche, cuando se han metido en peleas, hurtos, etc.
Para no hacerte más largo el cuento, mi amigo le tocó contratar un abogado para poder salir de allí.
Aunque él dice que el abogado resultó ser peor que los ladrones con los que lo tenían “encanastado”.
Al final, este amigo la sacó “barata” y pudo salir sin problema, pues confirmaron la dirección de su casa, de su empresa y sus antecedentes.
Sin embargo, le especificaron que de ser requerido nuevamente debía presentarse de inmediato.
A veces una inocente y simple decisión puede meternos en problemas.
Por ejemplo, en el caso de los animales, ellos tienen una “voz” que les dice: “ve a la izquierda que eso está bien”.
En cambio, en los seres humanos no ocurre eso de forma tan específica.
Nuestra “voz” nos dice “ve a la derecha que eso está bien”.
También nos dice “ve a la izquierda que esto está bien”.
Mejor dicho, todo lo que hagamos, aunque potencialmente nos pueda perjudicar nuestro cerebro nos dice que estaría bien si lo hacemos.
Por ejemplo, estudia esta carrera que te va a ir muy bien.
Pero cuando terminas tu carrera, te das cuenta de que las cosas cambiaron y ahora eso no “sirve” para nada.
O si tu cerebro te dice “no te juntes con esa persona porque es mala”, resulta que esa persona te hubiera podido haber ayudado en la vida a explayar tu mejor versión.
¿La pregunta en este caso sería entonces cual es el mejor camino para tomar?
Finalmente, nuestro cerebro nos dice que todos son buenos, hasta que vemos si efectiva lo son o no.
Desde mi punto de vista, aquí solo te pueden ayudar la experiencia junto con la intuición.
Lamentablemente nosotros tenemos un sistema de creencias que nos hace más difícil estar estas.
Por ejemplo, si estás frente a un negocio, y ves la inocencia y santidad de la persona con la que vas a negociar, es muy probable que te vayan a estafar.
A mí me pasó eso hace muchos años.
Confíe en una persona y puedo decir que a partir de ese momento comenzó mi crisis financiera.
Me llegó la mufa.
Y la “intuición” me decía que esa persona era buena, era cristiana y bla bla.
Al final resultó más ladrón que el abogado del amigo de la historia inicial.
El papá de los ladrones.
De hecho, esa decisión que tomé me llevó a consecuencias que a mí por lo menos no me gustaron.
Pero irónicamente sin eso puede que este blog nunca haya existido y tú no te estarías beneficiando de esta información.
Y sabes otra cosa, esta persona se dedicó a ponerme en contra de mi mejor amigo.
No solo le bastaba con estafarnos sino, quería indisponerme contra un amigo de toda la vida.
Afortunadamente mi mejor amigo, no sé cómo lo supo, pero finalmente se enteró y allí seguimos con nuestra amistad de toda la vida.
En conclusión, no sabemos en como terminarán nuestras decisiones con certeza.
Pero si podemos pronosticar nuestros resultados basándonos puramente en experiencias previas y en lo que nos dice realmente nuestro corazón.
Lo mejor para no cometer errores es la prudencia y paciencia.
Y no salir corriendo a lanzarte por ejemplo en un negocio con todos tus recursos.
O entregarte en alma, vida y sombrero al amor de una persona que apenas acabas de conocer.
Tiempo, experiencia e intuición van a ser las mejores aliadas de tus buenas decisiones.
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