Hace muchos años, cuando este angelito estaba joven, más de lo que estoy ahora, un profesor en la universidad nos hizo un interesante ejercicio.
Él nos propuso pensar que haríamos si nos encontráramos la lámpara de Aladino y pudiéramos pedir un solo deseo.
Bueno, cada uno comenzó a decir que dinero, que autos, que casas, que amor, y bla bla.
Por supuesto este profesor nos “concedía” el deseo, pero como si el genio de la lampara tuviera alguna discapacidad mental.
Algo así como que alguien pide dinero y le apareciera una deuda fiscal.
Al fin y al cabo, eso es dinero. No tuyo, pero te lo concedieron.
O por ejemplo si alguien pedía tener a su lado a la mujer más buena del mundo le concedían a la Madre Teresa.
En otras palabras, la idea era que pensáramos muy bien lo que queríamos para nuestra vida de forma muy clara.
Hasta se nos quitaron las ganas de pedir porque ese genio como que era muy “brutico” y nos daba lo que no queríamos.
Después de un rato, el profesor le preguntó a la señorita más calladita del salón cuál era su deseo.
Ella muy tímida respondió “ser feliz”.
Increíblemente el profesor le dijo “deseo concedido” sin malas interpretaciones y nos dijo que a ese era el punto que quería llegar con el ejercicio.
Así que nos preguntó, ¿cuál era el objetivo primario de todas esas cosas que habíamos pedido sino era ser felices?
Digamos que por ejemplo deseas dinero para ir con un amigo, con el cual disfrutas mucho su compañía, a tomar un café.
En realidad, el dinero o el café son una excusa para compartir con ese amigo.
Disfrutarías de su compañía así sea tomando agua.
Eso mismo es lo que hay detrás de todos nuestros deseos.
Simplemente queremos ser felices.
A eso fue a lo que vinimos a este planeta.
¿O sino por qué crees que todos tenemos un sistema nervioso para disfrutar lo que nos rodea?
Y puede que en este momento me estés preguntando: “bueno Gabrielito lindo, es correcto que todos queremos ser felices, pero ¿cómo podemos serlo si no tenemos esas cosas que deseamos?”.
La buena noticia es que no necesitamos cosas para ser felices.
La felicidad, al igual que el amor son una decisión.
Yo decido amar, eso nadie me lo puede imponer.
O sino mira a una mujer antes de darse cuenta de que está en embarazo.
Que en promedio puede ser entre 2 a 6 semanas después de la concepción.
Justo en ese instante en que se da cuenta es que comienza a “sentir” amor por esa criaturita.
Si el amor fuera un sentimiento, sentiría ese amor justo en el mismo instante de la fecundación.
Pues para fortuna nuestra así mismo es la felicidad.
Podemos decidir ser felices en este mismo instante.
Y esto es una decisión que debemos tomar todos los días.
No es que hoy digas voy a ser feliz a partir de hoy y ya.
Se trata de levantarte cada mañana y afirmar, por ejemplo, “hoy, pase lo que pase voy a ser feliz”.
“Si hay cosas que no me gustan, voy a ser feliz. Y si hay cosas que me gustan, voy a ser feliz”.
Pero te voy a dar un secretito que descubrí hace mucho tiempo para ser feliz.
Y se trata de la honestidad.
No te estoy hablando de la honestidad con los demás porque eso más bien es un tema ético.
Te hablo de la honestidad pura y dura contigo mismo.
Por ejemplo, ¿te molesta algo? Admítelo y evita eso.
¿Te gusta algo? Entonces hazlo.
¿Te gusta alguien? Díselo.
¿Tienes miedo? Acéptalo y enfréntalo.
¿Sabes que ocurre cuando eres honesto contigo mismo?
Comienzas a liberarte de muchas cositas que cargas en tu cabeza y que te mantienen deseando buscar la felicidad.
La felicidad ya la tienes, solo es tomar la decisión y ponerte en acción.