Desde hace muchos, pero muchos años, conozco un par de amigos que en su juventud tenían grandes aspiraciones para sus vidas.
Recuerdo que mientras yo me encontraba terminando el colegio, ellos ya estaban cursando sus primeros semestres en la universidad.
A los dos les dio por carreras administrativas, pues si mal no recuerdo, en aquellos tiempos cuando éramos tan inocentes, estas eran carreras bien remuneradas.
Lamentablemente a veces la vida no se desarrolla como uno la planea, sino que toma otros rumbos que no necesariamente son de nuestro gusto.
Aproximadamente 30 años después de esos tiempos “inocentes”, ellos aún se desempeñan en los trabajos que tenían.
Y con esto no te estoy diciendo que estén mal o que su economía es un desastre y bla bla.
Pero si ocurre que en sus caras se refleja la infelicidad y amargura de no haber cumplido las metas que se propusieron en su juventud.
Y esta sensación es muy coherente.
Quien no se va a sentir frustrado de haber iniciado con toda esa ilusión un plan de vida para que este termine solo en recuerdos de lo que pudo ser y nunca fue.
Y aquí podemos pensar que la vida no es justa, que unos nacieron con estrella y bla bla.
Si quieres encontrar el culpable de que las cosas no te hayan salido bien, lo vas a encontrar frente al espejo.
El problema es que reconocer esto es muy doloroso.
No es nada fácil decir: “es que fracasé por negligencia”.
Tristemente los seres humanos cuando queremos algo, pensamos que solo basta con quererlo.
Para lograr algo uno debe conseguir una alineación entre las intenciones, deseos del corazón y las acciones.
Si todo esto apunta hacia el mismo lado, pues allí vas a obtener lo que deseas.
La mayoría nos hemos quedado a que baje el angelito de traje, con la maletita y el millón de dólares a solucionarnos la vida.
Recuerda que ese angelito no eres más que tú mismo.
Mira, puedes ser el más lindo, el más inteligente, pero nadie te va a dar nada o regalar nada, así de pura alegría.
Aunque hay excepciones, yo mismo he dado y he recibido cosas sin pedir o que me pidan algo a cambio.
Pero eso han sido contadas veces.
Si uno realmente quiere algo tiene que moverse hacia eso.
Y atención, con esto no te estoy diciendo que con solo moverse también las cosas se van a dar mágicamente en todos los casos.
Hay que tener en cuenta que el mundo no es un lugar lleno de ositos cariñositos.
Te vas a encontrar en múltiples ocasiones con mucha resistencia.
Y es allí donde hay que ser terco y persistir en lo que te has propuesto.
Es por eso que la gran mayoría de personas procrastinan sus objetivos.
Dicen que “después” hacen esto o aquello.
Así pasa un día, una semana, un año, diez años, y cuando menos piensan se pasó la vida y no hicieron nada.
Bueno sí. Al final se puede hacer algo y es lamentarse por lo que no hizo.
Mira hoy que estoy grabando este vídeo es 19 de enero.
¿Recuerdas las promesas que hiciste para fin de año de comenzar a darlo todo en este periodo?
Ya casi termina este primer mes y ¿te has preguntado como pinta tu nuevo año?
¿Será otro año más de lo mismo?
Conozco un amigo que se propone algo y a la semana ya lo está haciendo y logrando.
Pero también conozco otro que, aunque las cosas no siempre le salen rápido, su estrategia principal es tener múltiples proyectos.
Finalmente dice que alguno de esos le tiene que funcionar.
Desde mi punto de vista, yo creo que uno tiene que conectar la intención, deseo y acción junto con el “angelito trajeado”.
Con esto quiero decir que uno debe hacer su trabajo, pero encomendárselo al poder superior.
Ya sea que lo llames Vida, Dios, Universo, Yisus, Chuchito, etc.
Recuerda que siempre vas a vivir una mejor vida, si sientes que algo o alguien superior a ti te está apoyando en lo que haces.
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